Historia de Filosofía: Filosofía Contemporánea parte I
Desde Hegel y la contemporánea desde éste a nuestros días.
La historia de la filosofía contemporánea es, con diferencia, el periodo más complicado de todos los habidos en este saber y el de mayor número y variedad en escuelas y representantes. De modo que una presentación muy sintética y crítica de ella exige una labor de genios durante muchos años, y el autor esta síntesis cuenta con lo opuesto justo a ambos requerimientos, de modo que se le pide disculpas al lector.
Con todo, la filosofía contemporánea debe más a la filosofía anterior de lo que parece, al menos en su arranque. En efecto, la filosofía contemporánea nació en oposición a la cumbre de la filosofía moderna protagonizada por Hegel. Por eso todos los pensadores posthegelianos fueron antihegelianos. Así, el siglo XIX y buena parte del XX supone un claro rechazo u oposición a la filosofía hegeliana. Por eso se puede dividir la filosofía moderna y contemporánea según un antes y un después de Hegel.
No obstante, los pensadores posthegelianos no fueron del mismo modo antigehelianos, sino de maneras muy diversas entre sí, aunque la mayoría de ellos no se acaban de entender bien si no se comprende su punto de oposición a la filosofía de Hegel. La complejidad de las escuelas también es mucho más inconexo que la de épocas precedentes. Aludamos a algunos de los movimientos filosóficos contemporáneos y a sus claves de oposición al sistema hegeliano.
1. El positivismo, utilitarismo y evolucionismo.
Son movimientos de cuño empirista. La deuda y oposición a Hegel es clara en Comte, iniciador y protagonista del positivismo, un movimiento científico y social cuyo lema es ir a las cosas mismas, a los hechos, buscando explicar no qué sean las cosas, sino cómo son.
El autor dividía la historia de la humanidad en tres estadios (a semejanza de la tríada dialéctica): el 1º fue el teológico, en el que para explicar los fenómenos físicos se acudía a los dioses de un mundo aparte; el 2º fue el metafísico (el de toda la filosofía hasta Hegel), en el que para explicar los fenómenos se duplicaba el mundo con conceptos universales; el 3º, al que hay que llegar (he aquí su crítica al tercer estadio hegeliano) sería el positivo. La explicación de lo real ya no será, pues, teológica ni metafísica, sino positiva, es decir, en atención sólo a los fenómenos o datos sensibles con el objeto de ver las leyes de su comportamiento para prever acontecimientos futuros.
El utilitarismo, defendido por autores británicos como Malthus, David Ricardo, Bentham o John Stuart Mill, tuvo una concepción asimismo fenomenista de la realidad y pregonó la sola atenencia a los bienes sensibles útiles. Para estos autores, si conociéramos a fondo los fenómenos podríamos prever de modo necesario su modo de reaccionar.
Otro tipo de positivismo cientificista fue el evolucionismo de Darwin. Recuérdese su tesis sobre la evolución de las especies y sobre el origen del hombre, respecto del cual defiende que éste, en su integridad, proviene del simio por evolución; que, en consecuencia, no hay diferencia esencial, sino sólo de grado, entre el hombre y el animal. Este postulado lo siguió Spencer con un evolucionismo más universal, aplicando la ley de la evolución a toda realidad.
2. El existencialismo.
Si para Hegel el individualismo es el error, pues ‘la verdad es el todo’, para Kierkegaard, precursor en el s. XIX de este movimiento del XX, el error es la generalización dialéctica, la totalización. Su vida, tendente al solipsismo, fue fiel reflejo de su filosofía. Defendió la individualidad de la propia subjetividad ante la absorción de la misma por el Espíritu Absoluto del sistema hegeliano.
El problema crucial de la filosofía –proclamaba– es conocer al propio yo. Verdad y existencia humana serán, con él, inseparables. Lo primordial es el destino de cada quién. El conocimiento del yo –reiterará una y otra vez el pensador danés– es subjetivo, no objetivo, es decir, no como el de las ideas hegelianas. La existencia del sujeto –añade– es incognoscible por la razón abstracta del sistema hegeliano, porque lo general y universal carecen de existencia. Opone, pues, la razón a la existencia. Concluye que la subjetividad es la verdad, la verdad de mí mismo. Lo único real es el individuo singular, no lo abstracto, lo pensado.
Por su parte, ya en el siglo XX Jaspers también entendió la filosofía como autocomprensión existencial. Para él la existencia no puede ser conocida por el conocimiento objetivo (el antihegelianismo de estilo kierkegaardiano.
es aceptado). Por otro lado, Marcel es figura representativa del existencialismo creyente. Él, sin embargo, rechazó su pertenencia a esta corriente, gustando más del calificativo de neosocrático.
No obstante, ofreció una filosofía de la existencia humana. Criticó también el conocimiento objetivo como método de acceso a la intimidad humana llamando problema a su temática y vinculándolo a la esfera del tener. Al conocimiento subjetivo lo denominó. En cambio, misterio, lo entroncó en la esfera del ser, pero de él dijo que no es objeto de contemplación, sino de acción, de experiencia, de vida captable existencialmente, pues se nota por simpatía, por el sentimiento. No admitió la apertura humana a Dios por conocimiento natural, sino sólo a través de la fe (como Jaspers y Kierkegaard, aunque el Dios de Marcel es, a diferencia del de Jaspers, personal).
A caballo entre la fenomenología y el existencialismo se suele encuadrar a Heidegger, pensador acristiano que contradice de modo sutil el primer momento de la dialéctica hegeliana, pues si no se entra en ella, sobra todo el proceso.
Hegel llamaba al primer momento ser. Pero Heidegger parte preguntando: ‘¿por qué el ser y no más bien la nada?’. Nótese que el método heideggeriano no es el pensar en esto para luego progresar pensando en su contrario y al final sintetizarlos, sino la pregunta, que pone en cuestión lo inicialmente pensado. Esto delata una injerencia voluntaria en el pensar que pone entre paréntesis lo pensado. Por lo demás, si para Hegel el tiempo fundamental era el presente (su presente histórico en el que se manifestó el Absoluto), Heidegger sostiene que el tiempo no es tal sin su distensión pasado-presente-futuro. Además, el ser –declara– no se manifiesta según unas reglas históricas fijas (como las dialécticas) sino cuando desea, lo cual denota un acusado voluntarismo frente al panlogismo hegeliano.
Por otra parte, Sastre, frente a los precedentes, representa el existencialismo ateo. Aplicó la dialéctica hegeliana al hombre para ver la interna contradicción de éste (en el fondo, para mostrar que la síntesis hegeliana es imposible en clave humana).
El hombre no es ningún ser en sí (tesis) como lo son los seres inertes, sino pura conciencia, es decir, ser para sí (antítesis). El intento de llenar su propia nada, su conciencia, es el deseo de ser en sí y para sí (síntesis). Pero tal proyecto es absurdo, porque el concepto de un en sí-para sí es contradictorio. Por ello el hombre es una pasión inútil, una imposibilidad de síntesis entre esos dos momentos. Además, con la muerte, en el hombre acaba el ser para sí y queda reducido a un ser en sí.
3. Voluntarismos.
Para Schopenhauer, gran venerador de Kant y del hinduismo e iniciador del contemporáneo voluntarismo, el hombre manifiesta de modo excelso la naturaleza del mundo, que es voluntad, en perfecta oposición al racionalismo hegeliano. Como se ve, frente a Hegel, la clave de lo real es aquí la voluntad.
Tal voluntad es anhelo, querer espontáneo y ciego, deseo insaturable. Ello implica una carencia, un sufrimiento: dolor. Para extirpar esa dolencia sería necesario aniquilar la vida, la voluntad cósmica. El pesimismo está asegurado. Como manifestación de esa voluntad, el hombre, si alguna vez colma alguno de sus deseos, cae en el hastío, en el aburrimiento. Añade que la voluntad humana, pese a ser egoísta, sucumbe ante la voluntad cósmica y, por tanto, no hay inmortalidad personal.
El mayor representante del voluntarismo fue Nietzsche. ¿Cómo rechazó la dialéctica hegeliana? No entrando en ella al afirmar que todo lo real es exclusivamente voluntad.
Si para Hegel todo lo real es racional y todo lo racional es real, para Nietzsche nada es racional porque todo es voluntad de poder y nada más, y ésta se subordina de modo necesario al eterno retorno.
Freud, fundador del psicoanálisis, redujo lo nuclear humano a lo inconsciente, siendo lo consciente lo superficial. Lo primero es interpretado como instinto sexual, irracional por tanto, frente a la lógica hegeliana.
El psiquismo humano está organizado según tres instancias (tríada dialéctica), dos de ellas inconscientes, el ello y el super yo, y una consciente, el yo. El ello es el principio de placer, que es lo pasional, lo instintivo (sus instintos pujantes son el de placer, libido, y el de agresividad, thanatos). El yo, o principio de realidad, es el principio consciente, a saber, la razón, que censura o refrena lo pasional. En ese mismo plano se da el super yo, que es la conciencia moral construida por el yo, es decir, un ideal del yo formado como hipostatización de todos los convencionalismos sociales represores. Ante esa tesis y antítesis interpretadas en clave pasional es imposible la síntesis, ya que el ello y el yo son excluyentes. De modo que lo que hay que hacer es eliminar el yo, la conciencia, y dejar rienda suelta al ello, al instinto.
4. Tradicionalismo, espiritualismo y ontologismo.
El tradicionalismo reaccionó frente a la lógica hegeliana cayendo en el exceso opuesto, a saber, despreciando la razón y aferrándose exclusivamente a lo transmitido por tradición.
De Maistre, De Lammenais, Bautain, Bonetty y Donoso Cortés fueron tradicionalistas. Pero tal vez sea De Bonald el autor más destacado de esta corriente. Para éste el lenguaje, al menos el primitivo, no es fraguado por el hombre, sino que ha sido entregado por Dios y se trasmite por tradición. Como se ve, se trata de un rechazo del logicismo hegeliano.
A los defensores del espíritu humano se los encuadró dentro del llamado espiritualismo.
Maine de Biran y Ravaisson, representantes de esta corriente, parten de la autoconciencia del espíritu para trascender luego, bien a Dios bien al resto de realidades. Defienden la integridad de la vida espiritual humana, concebida ésta como acto unitario entre razón, voluntad y sentimiento.
Blondel, defendió –en abierta oposición a Hegel– la superioridad de la voluntad sobre el entendimiento.
Otra corriente espiritualista caracterizada en esta época por defender un acceso inmediato a Dios fue el ontologismo.
Suele clasificarse dentro de él a autores como Fabre D´ Envieu, Gioberti, Ubags y Gratry. Frente a Hegel defendieron que Dios es trascendente. Rosmini, al que se le encuadró en este movimiento, reprochó a diversas formaciones filosóficas tales como el sensismo, el empirismo, el naturalismo, el individualismo, el utilitarismo, el subjetivismo, etc., sus cortas visiones para explicar el conocer humano, pero su crítica también va el idealismo.
5. Historicismo y vitalismo.
Fueron, en el siglo XIX movimientos de reacción frente al idealismo hegeliano, porque en esas filosofías –a juicio de sus representantes– quedaba sin explicación la vida, especialmente la humana, tanto es sus dimensiones histórico-culturales como naturales.
Dilthey, protagonizó el historicismo –en radical oposición a Hegel– hasta en el método –no pretendió construir un sistema– y en su modo de escribir –sus apuntes son aforismos–. A diferencia de Hegel, sólo lo humano, no el Absoluto, es histórico, pero lo humano –y ahí radica su reducción– sólo es histórico, no trascendente.
Bergson, protagonista del vitalismo, afirmó –contra Hegel– que el hombre no es mero instrumento o marioneta del Espíritu Absoluto, sino que es libre y tiene una relación mística con Dios tanto en esta vida como en la ulterior.
Con estas cinco exposiciones de las diferentes corrientes de filosofía contemporaneas terminamos el árticulo. En la siguiente parte continuaremos exponiendo las diferentes corrientes contemporáneas y, descubriremos que actualmente ha habido un gran pensador que se ha inspirado en los hallazgos del Estagirita, que ha aprovechado los avances de sus grandes comentadores medievales (los de S. A lberto Magno, Sto. Tomás de Aquino, por ejemplo), a la par que rectificó intrínsecamente las pautas de la filosofía moderna (las de Escoto, Ockham, Descartes, Spinoza, Leibniz, Kant, por ejemplo) y en especial la hegeliana. Qué a asimismo corrigió la contemporánea (la de Marx, Freud, Heidegger, por ejemplo), en especial la nietzscheana.
Le doy gracias al Prof. Juan Fernando Sellés por sus útiles comentarios en su manual de Historia de la Filósofia II en la elaboración de este artículo.