El de ente et essentia es un tratado de metafísica que Tomás de Aquino escribió al principio de su carrera cuando estaba en París, para ayudar a sus hermanos dominicos a entender la metafísica. En este tratado Tomás propone un breve argumento para la existencia de Dios, como parte de su proyecto metafísico general. Este argumento ha pasado a ser uno de sus más famosos junto con las cinco vías, y según algunos filósofos como Gaven Kerr, es la vía de Santo Tomás a Dios, en cuanto que este argumento es increíblemente robusto, y el entenderlo ilumina la comprensión de los demás argumentos que el Aquinte propone en su obra.
El argumento, como será expuesto aquí consta de tres partes. En primer lugar hay que entender los dos conceptos fundamentales de la demostración, los de esencia y ser. En segundo lugar, hay que entender el razonamiento causal de Santo Tomás, cómo hace él para llegar al conocimiento certero de una causa a través de sus efectos. Estas primeras dos partes son realmente el trabajo duro, la tercera parte no es sino juntos ambos razonamientos, concluir la demostración y cosechar los frutos.
La distinción real
Aquí Santo Tomás hace el que quizás es su contribución original más importante a la filosofía; la distinción entre esencia y ser (o esse en el latín original). Estos dos son los dos términos claves de la siguiente demostración de la existencia de Dios, que deben ser comprendidos si la prueba ha de ser inteligible. Esencia es lo que responde a la pregunta "¿qué es esto?". El ser es lo que la hace existir, la hace actual, la hace real, aquí y ahora.
Santo Tomás propone en el capitulo 4 del tratado el siguiente argumento, que ha pasado a llamarse intellectus essentiae, que según la mayoría de filósofos tomistas establece la distinción real entre esencia y ser (según otros esto sucede en otro lugar del tratado). Cualquier cosa, puede ayudar a entender la intuición detrás de la distinción. El punto fundamental del argumento es decir que concebir que es algo (esencia) es distinto a concebir el hecho de que sea (ser o esse).
Ahora bien, toda esencia o quiddidad puede ser entendida sin que se entienda algo de su ser; de hecho puedo entender qué es el hombre o el ave fénix, y sin embargo ignorar que exista o no en la naturaleza. Por tanto es evidente que el ser [esse] es otra cosa que la esencia o la quiddidad, a menos que exista algún ser cuya quiddidad es su mismo ser.
El punto de Tomás aquí es el siguiente. Imagínate que tu no supieras nada sobre que es un león, un dinosaurio y un unicornio. Y que luego de darte una descripción comprensiva sobre la esencia de cada uno de estos animales, que es lo que es ser un león, un dinosaurio y un unicornio, te preguntara cual de estos existe actualmente, cual de estos existió en el pasado, y cual de estos nunca ha existido. No sabrías decirme. Esto es porque la esencia de estos animales de ningún modo incluye o implica su existencia o su ser. Por tanto esencia y ser son realmente distintos.
Las series causales ordenadas per se vs per accidens
Esta es la segunda parte de la demostración y tal vez el más complejo, pero esencial entenderlo si uno quiere entender no solo este argumento, sino también las cinco vías y demás argumentos tomistas.
Tomás reconoce que hay distintos tipos de causalidad, y que no todas las series causales nos llevan por necesidad a una causa primaria o explicación fundamental. Pero defiende que otras, por necesidad, han de terminar en un miembro fundamental, porque sino la causalidad no sería posible, no sería inteligible.
El primer tipo de series, que no necesitan una causa primera, son llamadas ordenadas accidentalmente o per accidens. Como ejemplo podemos proponer una serie de padres engendrando hijos. Pedro engendra a Santiago, que a su vez engendra a Juan. Cada uno de estos hombres tiene el poder de causar, en este caso de engendrar, en virtud de ser un varón biológicamente funcional. Esto es, no derivan su poder de engendrar de ningún otro miembro de la serie. Es más, Pedro puede morir, y Santiago seguiría pudiendo engendrar a Juan, pues para poder hacerlo no depende de su padre. Tomás argumenta que al encontrarnos con este tipo de series causales no podemos concluir que necesariamente haya un primer miembro, dado que cada miembro tiene el poder causal por sí mismo. En teoría, tal serie podría extenderse infinitamente en el tiempo.
Ahora, en segundo lugar, vemos las llamadas series ordenadas esencialmente o per se. El ejemplo clásico es el de la mano que mueve al palo, que a su vez, mueve a la piedra. El palo es el miembro intermedio y solo puede mover la piedra porque recibe, o deriva, el poder mover de la mano, que lo deriva del agente intencional que mueve su mano. Lo esencial aquí es que ninguno de los miembros intermedios tienen el poder causal por sí mismos, sino que lo derivan de otro aquí y ahora, y por tanto, si retiramos al que mueve la mano, el palo queda inerte, no puede mover por sí mismo. El punto de Santo Tomás es que en este tipo de series la causalidad presente en la serie no sería posible si ningún miembro tuviera el poder causal por sí mismo, o sea si todos recibiesen la causalidad de otro. Se sigue que es necesario que en tales series haya un miembro primario que tenga el poder causal en sí mismo, en este caso sería el agente intencional que mueve la mano.
Otro ejemplo ilustrativo que da el filósofo estadounidense Pat Flynn es el siguiente. Imagínate que en la noche estás en tu habitación y ver que la luz de la luna entra por la ventana. Te preguntas, ¿de donde viene la luz? De la luna, claro. ¿Pero hay acaso una explicación más profunda? ¿Acaso puede la luna causar esta luz por sí misma? Claro que no, porque la deriva del sol, que si la causa por sí mismo. No importa si hubiesen infinitas lunas, o si las organizaremos como una serie, o como una matriz, o en círculos o de cualquier otra manera, mientras no haya sol no hay luz. De mismo modo mientras no haya una causa que tenga la causalidad por sí misma, o sea una causa primaria, aunque hayan infinitas causas secundarias no puede haber causalidad en este tipo de series. Por tanto la mera presencia de causalidad en este tipo de series implica necesariamente la existencia de una causa primera que tenga la causalidad de la serie por sí misma, en el caso del ejemplo de la luna y del sol, la de emitir luz, en el caso de la mano, el palo y la piedra, la de mover.
Otro punto relevante es que el miembro primario, o causa primaria no es necesariamente primero en el tiempo, porque la causalidad podría ser simultanea. Lo único necesario para que sea primario es que tenga la causalidad por sí mismo (per se), mientras que los miembros intermedios la tienen de manera derivada.
En resumen, hay dos tipos de series causales, las series ordenadas per accidens y las series ordenadas per se. En las primeras los miembros tienen el poder causal por sí mismos, no lo derivan de otro, y por eso no es necesario recurrir a un miembro primario para explicar la causalidad de la serie. En las segundas los miembros no tienen el poder causal por sí mismos, sino de una manera meramente derivada, es decir, por otro (per aliud). Es imposible que toda la serie tenga la causalidad de una manera derivada, incluso aunque fuera infinita. Decir lo contrario es como decir que un pincel puede pintar por sí mismo si el mango es suficiente o infinitamente largo. Es, por tanto, necesario que haya algún miembro que tenga el poder causal por sí mismo (per se) y no lo derive de ningún otro.
La intuición fundamental detrás del razonamiento causal del Tomás es que aquello que es por otro (per aliud) se reduce a aquello que es por sí mismo (per se). Este es un punto de extrema relevancia, no solo para la prueba del de ente, sino para las cinco vías y demás argumentos tomistas.
La demostración
Habiendo hecho el trabajo duro, podemos ya pasar al argumento formalmente y cosechar los beneficios. Tomás dice:
Ahora bien, todo aquello que conviene a una cosa, [1.] o es causado de los principios de su naturaleza, como lo risible en el hombre, [2.] o proviene de un principio extrínseco como la luz en el aire por el influjo del sol.
Acá Tomás claramente dice que todo lo que hay en una cosa o le viene intrínsecamente de su propia esencia o le viene extrínsecamente de otro. Le viene de dentro o de fuera, no hay otro lugar de dónde pueda venir. Le viene de su propia de dentro si es causado por los principios de su propia naturaleza, como lo risible en el hombre (su capacidad de encontrar algo divertido y reírse) le viene de su naturaleza racional. Y le viene extrínsecamente de otro cuando es algo que no podría ser causado por los principios de su propia naturaleza, por ejemplo, la iluminación de la atmósfera, que meramente refleja la luz que recibe del sol.
Sabemos que el ser es distinto que la esencia, por tanto si una cosa tiene ser, éste ha de caer en alguna de estas dos opciones, o sea, vendrá de la esencia, o vendrá de otro. Tomás argumenta que es imposible que sea el primero de los dos casos, es decir, que su ser o existencia sea causada por su propia esencia, y que por tanto la existencia es algo que le debe venir extrínsecamente:
Pero no es posible que el mismo ser sea causado por la misma forma o quiddidad [esencia] de la cosa, a saber, como causa eficiente, porque en este caso una cosa sería causa de sí misma, y una cosa se produciría a sí misma en el ser, lo cual es imposible. Por tanto, es necesario que toda realidad cuyo ser es distinto de su naturaleza, obtenga el ser por otro.
Aquí Santo Tomás no hace sino negar la posibilidad de que algo sea causa sui, o sea, causa de sí misma, porque tendría existir antes de recibir la existencia, lo cual es contradictorio. La única opción que queda es que el ser sea algo que se reciba extrínsecamente, o sea de otro.
Aquí es donde entra el razonamiento de las series ordenadas per se. Como este tipo de series causales donde los miembros intermedios no tienen la causalidad por si mismos requiere un miembro primario que si la tenga por sí mismo, es necesario que para explicar el ser de las cosas cuya esencia es distinta a su ser, debamos recurrir a algo que tenga el ser por sí mismo, o sea, no lo derive de nada más, algo cuya esencia sea su ser, esto es, algo cuya misma naturaleza sea existir, o como lo llama Tomás, el mismo ser subsistente por sí mismo (ipsum esse per se subsistens). "Y esto es lo que todos llaman Dios".
Lecturas recomendadas:
Feser, E. (2017). Five proofs for the existence of God. Ignatius Press.
Kerr, G. (2015). Aquinas's way to God: The proof in De ente et essentia. Oxford University Press. USA