La cuarta vía es, quizás, la más confusa y difícil de entender de las famosas cinco vías de Santo Tomás de Aquino para demostrar la existencia de Dios. En la primera leída tanto el lector poco familiarizado con la tradición tomista como el iniciado pueden resultar profundamente confundidos. Sinceramente me parece un argumento que solo podría convencer a aquel que quisiera dejarse ser convencido por él; o por decirlo de otra manera, aquel que estuviese dispuesto a darle una lectura caritativa y buscar en él aquello que pudiese haber de valioso y convincente. Esto es difícilmente una actitud irracional. Es más, quizás sea la mejor actitud para leer a cualquiera de los grandes filósofos: una de investigación y humildad, sabiendo que si tal filósofo ha pasado a la historia como uno de los más grandes pensadores de todos los tiempos probablemente algo de valioso y verdadero haya dicho, y es mi labor como lector el encontrar eso valioso, y no dejarme disuadir por una simple objeción que incluso un niño de 12 años podría haber propuesto.
A continuación el texto de la cuarta vía:
La cuarta vía se toma de los grados que se encuentran en las cosas. Pues se encuentra en las cosas algo más y menos bueno, y verdadero, y noble, y así otras cosas semejantes. Pero este más y este menos se dice de las cosas en cuanto que se aproximan más o menos a lo máximo. Así, caliente se dice de aquello que se aproxima más al máximo calor. Hay algo, por tanto, que es verísimo y óptimo y nobilísimo; y, en consecuencia, es el máximo ser; pues las cosas que son máximamente verdaderas, son máximamente seres, como se dice en II Metaphys.. Pero lo que es máximamente tal en algún género es la causa de todas las cosas que son de ese género, como el fuego, que es el máximo calor, es causa de todos los calores, como se explica en el mismo libro —, del mismo modo hay algo que en todos los seres es causa de su ser, de su bondad, de cualquier otra perfección, y a éste le llamamos Dios.1
Este argumento ha sido caricaturado por algunos, quizás el ejemplo más famoso es el de Richard Dawkins que afirma que si siguiésemos la lógica de este argumento, dada la variedad y la gradación de cosas apestosas en el mundo, tendríamos que concluir la existencia de algo que fuese en sumo apestoso, y además la fuente y causa de todo lo demás que es apestoso.2 Esta es precisamente el tipo de actitud arrogante que impide llegar a lo que realmente quería decir el autor. Puede que Santo Tomás se hubiese equivocado, pero ciertamente tonto no era, y con este tipo de objeciones de niños de 12 años difícilmente vamos a alcanzar progreso filosófico.
Este es, quizás el argumento de Santo Tomás en el que encontramos mayor variedad en los comentadores en cuanto a como interpretarla. Algunos insisten en leer a Santo Tomás como un aristotélico puro y duro, otros ven en el argumento fuertes influencias neoplatónicas.3 En este breve artículo voy a tratar de dar una exégesis del argumento, leyendo con cuidado a Santo Tomás y sus fuentes.
Estructura general
Conviene empezar con la estructura general de los argumentos tomasianos para demostrar la existencia de Dios. Y algo que he observado y otros han señalado es que la vía de Santo Tomás a Dios es pasar de aquello que es per aliud, o sea, por otro, a aquello que es por sí mismo o per se.4 Esto es particularmente evidente en su breve tratado de ente et essentia, que escribió al principio de su carrera, donde Santo Tomás esboza su sistema metafísico de manera magistral y compacta.5 En este opúsculo el Aquinate demuestra la distinción entre esencia y esse de las cosas de nuestra experiencia para señalar que su esse es participado, causado, o dicho de otra manera, tenido per aliud (por otro). Y aquí es donde el Angélico hace su genial movimiento de aquello que es per aliud a aquello que es per se. Pues así como la luna no explica por sí misma la luz que emite, pues la tiene por otro, y debemos recurrir a algo que la tiene per se, el sol, para hacer inteligible la presencia de la luz; de manera semejante para hacer inteligible el esse participado de los entes finitos de nuestra experiencia debemos recurrir a aquello que tiene esse per se, lo que Santo Tomás llama ipsum esse subsistens, o Dios.
En suma, la vía de santo Tomás para llegar a Dios es localizar un atributo de los entes de nuestra experiencia. Y no cualquier atributo, sino uno tenido de manera participada, per aliud, de manera que la presencia de tal atributo no sea inteligible sino es en una relación de dependencia con respecto a un origen, una causa, que tiene tal atributo sin participar en nada, o sea, per se.
Y de nuevo, no puede ser cualquier atributo participado. De ser así podríamos localizar la presencia de la luz en la luna y concluir, dado que la luna no produce luz por sí misma, que debe haber una fuente, un origen, que tenga el poder de producir luz por sí misma, o sea, el sol. Pero no estaríamos llegando a Dios. Tiene que ser un atributo que, de manera imparticipada, se encuentre solo en Dios. Este es el caso del esse o acto de ser en el argumento del de ente.
La cuarta vía
Ahora a la cuarta vía en concreto. El Aquinate empieza señalando que en la realidad encontramos gradación en las cosas, en concreto señala que algunas cosas son más o menos verdaderas, buenas o nobles. Algunos aquí creen que Santo Tomás está hablando de la doctrina de los trascendentales del ente, pero no hay que ignorar que el Aquinate habla aquí no solo de verdad y bondad, que ciertamente son trascendentales, sino también de nobleza o nobilitas, que no figura en ninguna de las listas de los trascendentales.6 El contexto en el que Santo Tomás suele usar nobilitas es cuando habla de perfección, que como es bien sabido por estudiosos del Aquinate, significa la actualidad de una cosa, que tan en acto está.
Luego el Angélico afirma “pero este más y este menos se dice de las cosas en cuanto que se aproximan más o menos a lo máximo. Así, caliente se dice de aquello que se aproxima más al máximo calor”. Es importante notar aquí, que “máximo” no se debe entender como algo que se diferencia solamente en grado, como si cuando hablara del máximo calor hablara de una cierta temperatura que él toma como el máximo calor. (Como podemos hablar del mínimo frío −273.15 C que no se diferencia sino en grado de otros niveles de frío). Este no podría ser el caso y sería inconsistente con su metafísica general y con la obra de Aristóteles a la que hace referencia. Y es precisamente en este punto que un malentendido nos llevaría a vulgares objeciones como la que hace Dawkins. Creo que no exageraría si afirmara que si uno no entiende a que se refiere aquí con “máximo” y como esta manera de hablar tiene su origen en la obra de Aristóteles uno no puede entender esta vía.
Por tanto, examinemos de donde saca Santo Tomás el término de “máximo” para entender a que se refiere con él.
Las fuentes aristotélicas
En realidad Santo Tomás cuando habla de “máximo” aquí habla de aquello que tiene tal actualidad per se, y no de manera derivada o participada. No es una diferencia de grado sino esencial. Esto se hace claro cuando leemos detalladamente II Metafísica, que es el texto de Aristóteles que Santo Tomás toma aquí como autoridad. En este texto Aristóteles hace dos puntos que son esenciales para pensar correctamente sobre la estructura de la realidad, Dios y su relación con el mundo. En primer lugar, el Estagirita esboza la distinción entre lo que es per se y lo que es per aliud, algo que, como vemos, llega a ser elemento esencial del pensamiento de Santo Tomás. Y luego Aristóteles argumenta como las series causales ordenadas per se no pueden extenderse al infinito en causas, sino que es necesario llegar a una causa primaria.
Además, una cosa es verdadera por excelencia [o máximamente], cuando las demás cosas toman de ella lo que tienen de verdad, y de esta manera el fuego es caliente por excelencia, porque es la causa del calor de los demás seres. En igual forma, la cosa, que es la causa de la verdad en los seres que se derivan de esta cosa, es igualmente la verdad por excelencia.7
No solo distingue entre lo que es es per se y lo que es per aliud, sino identifica lo que es per se con lo que es “máximo” (en esta traducción figura como “por excelencia”), así como Santo Tomás hace en la cuarta vía. No es que el fuego sea lo más caliente que podamos encontrar, pues sabemos que en otros lugares podemos encontrar mayores temperaturas (como en la superficie del sol), sino que el fuego es lo “máximo” en cuanto al calor porque tiene el calor de sí mismo, y no de manera derivada o participada, tiene esta actualidad per se.
E independientemente de si el ejemplo funciona o no lo que importa es que transmita la idea de Aristóteles de que aquello que es máximo o por excelencia con respecto a una actualidad es aquello que la tiene per se. O como lo dice el mismo Aristóteles en otra traducción: “el fuego es lo más caliente porque es la causa del calor en otras cosas. Y así lo que es más verdadera es lo que causa que todas las cosas derivadas sean verdad”.8
Posteriormente el Estagirita siembra las semillas de lo que luego se desarrollaría en el sofisticado pensamiento tomista sobre las series causales ordenadas per se. Estas series causales son aquellas donde las causas intermedias solo tienen el poder causal de manera derivada, es decir, per aliud o de manera participada, algo así como la luna solo da luz en cuanto que participa de la iluminación del sol que la tiene per se. ¿Qué sucede si el sol fuese retirado? La luna no podría seguir dando luz. Y por eso dice Aristóteles: “Y, de hecho, si no hay [causa] primera, no hay causa en lo absoluto”9. Con esto nos transmite que la mera presencia del poder causal en la serie implica, so pena de admitir ininteligibilidad en la realidad, la existencia de una causa primaria que tenga la causalidad por sí misma, no de manera participada, pues es aquello en lo que lo demás participa como fuente de tal actualidad. En suma, la mera presencia de actualidad tenida de manera participada implica la existencia de aquello que la tiene per se, por eso dice que tales series no pueden extenderse al infinito sin culminar en una causa primaria.
Habiendo recurrido al texto aristotélico referenciado por Santo Tomás ya queda claro que cuando habla de lo “máximo” no está hablando de lo máximo en una escala numérica, sino de aquello que tiene la actualidad de sí y en lo que lo demás, que la tiene de manera derivada, participa, y por eso dice “pero lo que es máximamente tal en algún género es la causa de todas las cosas que son de ese género, como el fuego, que es el máximo calor, es causa de todos los calores, como se explica en el mismo libro”.
Esencial es en este punto entender que al señalar la diversidad de grados de actualidad en los entes de nuestra experiencia Santo Tomás quiere traer nuestra atención a que estos entes no tienen tal actualidad per se, sino per aliud. Por eso cuando dice “pero este más y este menos se dice de las cosas en cuanto que se aproximan más o menos a lo máximo. Así, caliente se dice de aquello que se aproxima más al máximo calor” nos dice que aquello que es per aliud es más perfecto en cuanto más se aproxima, o mejor y más plenamente participa de su causa.
Y ahora es el momento de hacer el movimiento final, pasar de cualquier actualidad o perfección, como verdad, bondad o nobleza a aquello que es “el acto de todos los actos, perfección de todas las perfecciones” el esse o acto de ser.10
Santo Tomás entiende el acto de ser como la fuente y la raíz de todas las perfecciones. Para el Aquinate el ser no es un mínimo sobre el cual demás perfecciones se agregan, como ser hermoso o ser virtuoso. Para él, el ser es el máximo, y lo demás son formas participadas y limitadas de ser. Son diversas expresiones del ser, pero ninguna llega a expresar la riqueza y la plenitud del ser que solo hay en Dios (o es Dios, ipsum esse subsistens). Y como los entes de nuestra experiencia no son sino limitadas expresiones participadas de lo que es el ser, se sigue que no son per se, sino per aliud, y el razonamiento expresado en el cuerpo del artículo nos lleva a concluir que debe haber algo que sea “máximo” ser, o dicho de otra manera, ser por sí mismo, ser por esencia, ipsum esse subsistens, y por eso dice “del mismo modo hay algo que en todos los seres es causa de su ser, de su bondad, de cualquier otra perfección, y a éste le llamamos Dios”.
En suma, lo siguiente podría ser propuesto para poner la estructura de la demostración de manera clara y compacta.
Si hay gradación en una perfección hay participación (premisa).
Si hay participación hay aquello en lo que se es participado (premisa).
Aquello en lo que se es participado tiene la perfección en cuestión per se (premisa)
Toda perfección depende y es relativa al ser (premisa).
Los grados de perfección en la realidad denotan grados de participación en el ser (de 1. y 4.).
Hay participación en el ser (1., 5.)
Hay algo que tiene el ser per se (de 2., 3. y 6.).
Y eso es lo que todos llaman Dios.
ST I a. 2, q. 3
Dawkins, R., & Ward, L. (2006). The god delusion (pp. 40-45). Boston: Houghton Mifflin Company.
Como ejemplo de una lectura más aristotélica de las 5 vías ver Feser, E. (2009). Aquinas: A beginner's guide y como alternativa, una lectura más neoplátonica y enfocada en la doctrina de la participación ver Kerr, G. (2022). Collected Articles on the Existence of God.
Como el tomista irlandés Gaven Kerr en particular en Kerr, G. (2015). Aquinas's way to God: The proof in De ente et essentia. Oxford University Press, USA.
Para una exposición más detallada de este argumento:
Ver nota 4.
Metafísica 993b24-29, énfasis mío.
Ibid 993b25
Ibid 994a19
De Potentia q. 7, a. 2, ad 9.
Gran explicación. Le he estado dado vueltas a la Cuarta Vía en los últimos días y me ha ayudado a consolidar conceptos.
Dios te bendiga!